Por Carolus Wimmer (*)
Tribuna Popular – OPINIÓN.- El presidente de Estados Unidos Barack Obama postuló al exsubsecretario de Justicia durante el gobierno de George W. Bush, James B. Comey Jr., para ser el séptimo director del FBI (Buró Federal de Investigación), en sustitución de Robert Mueller III.
Comey espera por la aprobación definitiva del Comité del Senado para asumir su cargo, aunque todo apunta a que no presentará ningún obstáculo en su carrera toda vez que las audiencias previas han sido reseñadas por la prensa como “amigables”.
Pero las reacciones de algunas organizaciones de derechos humanos no lo son.
Comey respaldó entre 2002 y 2005, dos memoranda que autorizaban el waterboarding (tortura con sumersión mejor conocida como submarino) y otras técnicas “intensificadas” de interrogación así como la privación prolongada del sueño, el confinamiento en espacios reducidos, largos periodos de pie cara a la pared y otras prácticas que el mismo Comey catalogó de “sencillamente terribles”, por lo que recomendó, en un gesto de filantropía, no utilizarlas todas al mismo tiempo.
Estos sucede mientras en EEUU muchos cuestionan el tratamiento que la Administración Obama ha dado a los denominados “denunciantes”, como Edward Snowden, que han filtrado información sobre las graves irregularidades que se cometen dentro de las instituciones del monstruo imperialista.
Sin oportunidad de defensa, son condenados y perseguidos como traidores a los intereses de la Casa Blanca.
Al parecer, demócratas y republicanos aprobarán a Comey por unanimidad.
De ser así, ¿qué garantía pueden tener los “acusados” por el sistema judicial estadounidense de no ser sometidos a prácticas que atenten contra su integridad física?
La respuesta de Comey es sencilla, la tortura “es inhumana pero necesaria”.
(*) Diputado del Parlatino y Secretario Nacional de Relaciones Internacionales del PCV
@caroluspcv
Barinitas / Edo. Barinas
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