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EDITORIAL TP 224: «A 60 años… tenemos mucho que aprender»


Los casos de Joaquin Becerra, Ilich Ramírez y Julian Conrado, son manchas indelebles que no deben continuar ni repetirse, por cuanto no reflejan los postulados de un proceso político que aspira a construir una sociedad mejor y más justa.

60-moncada_003Tribuna Popular Nº 224 -EDITORIAL.- El pasado 26 de julio se realizó en “la ciudad héroe” de Santiago de Cuba, el acto principal por el 60º Aniversario del asalto a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes.

Como cada año, el discurso central –que dio Raúl, como durante décadas lo dio Fidel–, es motivo de estudio y reflexión.

Una nutrida delegación venezolana tuvo la oportunidad de presenciarlo directamente, sintiendo de cerca –y ojalá que valorando– lo que representa estar junto a hombres y mujeres que han acumulado más de seis décadas de experiencia revolucionaria.

Entre muchos aspectos resaltantes, uno de los primeros fue cuando Raúl citó un fragmento del histórico alegato de Fidel en el juicio a la Generación del Centenario, conocido como “La Historia me Absolverá”, aquel 16 de octubre de 1953:

“(…) la política cubana en América sería de estrecha solidaridad con los pueblos democráticos del continente y que los perseguidos políticos de las sangrientas tiranías que oprimen a las naciones hermanas, encontrarían en la patria de Martí, no persecución, hambre y traición, sino asilo generoso, hermandad y pan. (…)”

Al escuchar o leer este principio levantado por Fidel hace 60 años ¿quién puede no pensar –por ejemplo– en Julián Conrado o Joaquín Pérez Becerra o Ilich Ramírez?

Ilich fue secuestrado por Francia el 15 de agosto de 1994, hace casi 19 años –de los que sólo cuatro años y medio son de la llamada IV República–, en los que poco ha podido contar con el apoyo del gobierno de su país.

Pérez Becerra, periodista con nacionalidad sueca, fue ilegalmente retenido en Venezuela el 23 de abril de 2011 y entregado en 48 horas –sin proceso jurídico alguno– al Estado narcoparamilitar colombiano que lo perseguía.

Julián fue apresado en Venezuela el 31 de mayo de 2011, producto de información de inteligencia recogida en nuestro territorio por organismos de seguridad del gobierno de Colombia; y si no se ha logrado que se le otorgue asilo humanitario, al menos no se le ha entregado a sus perseguidores.

Estas son manchas indelebles que no deben continuar ni repetirse, por cuanto no reflejan los postulados de un proceso político que aspira a construir una sociedad mejor y más justa.

Otro aspecto de interés, del discurso de Raúl, fue cuando reafirmó que “con tranquilidad y serena confianza (…) está en marcha el proceso de transferencia paulatina y ordenada a las nuevas generaciones de las principales responsabilidades de dirección en la nación”, y que “Para asegurar el éxito en este empeño jamás podrá descuidarse la importancia estratégica que tiene (…) ¡preservar por encima de todo la unidad de todos los cubanos dignos!

¿Quién –honestamente hablando– puede no recordar que, de manera reiterada, el PCV durante estos años ha insistido en la necesidad de avanzar en la construcción de la Dirección colectiva y unitaria del proceso revolucionario para apuntalar su continuidad histórica?

La Unidad, no se logra ni se preserva con hegemonismos, imposiciones o utilitarismos efectistas; por lo que tiene vital importancia para la defensa y profundización del proceso revolucionario, la dinámica con la que se conforme el Gran Polo Patriótico «Simón Bolívar», como necesidad de articulación de las fuerzas consecuentemente antiimperialistas y socialistas.

Entonces, no es raro que para muchos y muchas haya sido una decepción la tan anunciada Asamblea Patriótica Nacional –convocada primero para 22, 23 y 24 de julio; una semana antes reducida a los últimos dos días; y, a pocas horas, dejada sólo para el 24 de julio, con el discurso de que continuaría en las regiones hasta mediados de agosto–.

El PCV, con antelación, planteó en el Consejo Patriótico Nacional de Partidos Políticos que la Asamblea Patriótica Nacional debía ser producto de la práctica real y concreta del esfuerzo de construcción colectiva de las diferentes organizaciones políticas y sociales, por lo que su forma de funcionamiento, programación de trabajo, discusiones y conclusiones –para que tengan profundidad política y proyección en el tiempo– no deberían ser establecidas de manera improvisada y sin suficiente maduración.

A las y los comunistas no nos desalientan los oídos sordos que nos hemos encontrado a lo largo de todos estos años, porque lo más importante es que nuestro mensaje cale progresivamente en el seno de la clase obrera y del pueblo trabajador.

Pero sí nos preocupa el impacto que tienen en el ánimo de las masas –y en el rumbo del proceso– decisiones erradas de quienes acumulan las mayores responsabilidades de Dirección.

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