Por: Henry González.
En una tertulia reciente, nos preguntábamos de dónde habrá salido eso de los comunistas come-niños.
Para Paul Seijas, el primer acusado sería el gran pedagogo soviético Antón Makarenko, fundador la Colonia Gorki para huérfanos de guerra. Se le veía recogiendo jóvenes que, claro, no volvían a verse más, lo que –según Paul– generó la idea del primer “Comunista come-niños”.
Pero la referencia más directa al tema, nos la da Jesús Faría en su libro “Mi Línea no cambia, es hasta la muerte”. A nuestro juicio, el documento más importante para comprender la historia política del país en el Siglo XX.
El Autor, nos ubica en la gran Huelga Petrolera de 1936. Tras un mes de huelga, con las fuerzas obreras ya agotadas y sin alimentos, se reúne en Caracas el Congreso de Trabajadores. Aquí, dice Faría: “…se aprobaron planes de ayuda, entre otros, recibir centenares de hijos de los obreros en huelga y atenderlos en la capital, mientras se mantenía aquí el combate clasista. Esta resolución levantó una furiosa campaña de calumnias por parte de la prensa vendida al imperialismo. Se decía que los niños habían muerto, que los comunistas los habían matado, y hasta se llegó a decir que había comunistas antropófagos que se habían comido algunos niños. Esta campaña nos creó problemas y tuvimos que traer a los niños antes de tiempo. Con ello se perdía el efecto político y sicológico positivo que se generaba de la incorporación de las fuerzas revolucionarias de Caracas de esta manera tan activa a nuestra lucha”.
Tribuna Popular 