Por Elena Linarez. Especial para TP
Presidenta del Movimiento de Mujeres «Clara Zetkin»
El modo de producción capitalista en su fase imperialista, ante su acelerada crisis general, se encuentra desplegando un ataque despiadado contra los pueblos, y en particular contra las mujeres. Las distintas guerras imperialistas por el control geopolítico y de los recursos vitales golpean con particular fuerza a las mujeres; la población femenina de los espacios en conflicto son víctimas de las más atroces formas de violencia misógina, muchas veces asesinadas, esclavizadas sexualmente y usadas como trofeo de guerra.
El capitalismo está destruyendo los recursos naturales y las economías rurales domésticas, ámbitos donde las mujeres juegan un papel central como agricultoras y como protectoras de los bienes comunes. En varias partes del mundo se desmontan los avances alcanzados en sistemas públicos de educación, de salud y en vivienda, perjudicando especialmente a las mujeres. La mitad de los migrantes pobres a los países industrializados son mujeres, madres desesperadas que no pueden llevar a sus hijos e hijas y esperan ayudarlos monetariamente a miles de kilómetros de distancia.
La pobreza tiene cada vez más rostro de mujer, la feminización de la pobreza es una tendencia acelerada en el mundo en la medida que avanzan las políticas neoliberales de mercantilización universal. Sólo la movilización de los pueblos organizados en fuertes ejércitos revolucionarios y populares puede contener la arremetida imperialista. Así, cobra importancia la lucha articulada de las mujeres históricamente oprimidas y explotadas, con una unidad revolucionaria, antiimperialista, anticapitalista y antipatriarcal.
Para las mujeres venezolanas, la experiencia de la lucha a lo largo de los años ha dejado claro que, además de la lucha social constante y articulada, tenemos el reto prioritario de contribuir a la unidad de acción patriótica y revolucionaria, con una estructura de dirección colectiva, asegurando la acumulación de fuerzas requerida para producir un cambio en la correlación de fuerza a favor de las fuerzas revolucionarias, contra la barbarie capitalista y patriarcal, para consolidar la independencia y abonar el camino para la transformación de la sociedad.
Para alcanzar este objetivo, debemos elevar el nivel de conciencia de clase de las mujeres y del pueblo trabajador, promoviendo espacios de formación política e ideológica, para lograr sumar a la lucha que se nos avecina.
Por eso, hoy el rol fundamental de la mujer venezolana debe y tiene que ser contribuir a la unidad y la formación política-ideológica, para luchar contra los flagelos que nos pueden llevar a retrocesos y pasar a ser reservas de conciencia atrasada. Como dijo Clara Zetkin en el Congreso de la Internacional Comunista de 1921: “Si la revolución no tiene masas de mujeres, las tendrá la contrarrevolución”.
Por lo tanto, si queremos que nuestro país avance en realidad hacia una verdadera revolución, debemos avanzar en la construcción de una gran fuerza de vanguardia que no se deje amedrentar por la arremetida del imperialismo y del fascismo, ni por el reformismo entreguista.