Edgar Meléndez. Especial para TP
Desde varias décadas antes del inicio en 1999 del proceso bolivariano de cambios, los comunistas habíamos caracterizado al modelo económico venezolano como improductivo, monoproductor, multimportador y por ende atrasado; características que se mantienen al día de hoy, y en algunos casos agravadas.
Queda claro entonces que una tarea impostergable, en el marco de una liberación nacional consecuente, ha sido y es la transformación profunda de este modelo hacía uno que sea precisamente lo contrario.
Esto fue reafirmado con énfasis por el 14º Congreso Nacional del PCV (2011), a través de una evaluación colectiva como corresponde a las construcciones y definiciones comunistas, señalando dos importantes cuestiones: 1) que en Venezuela no sólo no había Socialismo, sino que además no se había iniciado la fase de su construcción, ya que, entre otras cosas, no se verificaba la premisa fundamental que exige el marxismo-leninismo para tal cosa: Clase Obrera en el poder; y, 2) que sí se verificaban avances en la independencia política frente a los centros hegemónicos, que podría conducir a la liberación nacional en la medida en que se acumulara suficiente fuerza para que los logros en materia de redistribución de la renta petrolera a través de beneficios sociales, fuesen estructuralmente conducidos a la transformación profunda del modelo económico venezolano.
De tal manera, este segundo punto, coincidente con nuestro Programa (1980), se convertía en un apartado suficientemente importante para continuar apoyando al Gobierno, entendiendo que transitamos “una fase del largo proceso revolucionario venezolano” y que puede ser profundizado hacia estadios superiores en la medida en que logremos una nueva correlación de fuerzas obrero-campesina-popular revolucionaria con el objetivo de la construcción del Socialismo.
Pero, a pesar de planes, proyectos y anuncios en estos 17 años, se arrastra el gran error de no haber transformado el modelo económico venezolano, habiendo contado con múltiples condiciones favorables para ello.
Al contrario, como ha denunciado durante varios años el PCV con preocupación y cifras en mano, en muchos renglones somos menos productivos, más importadores y dependientes económicamente. Incluso se va comprobando que están en jaque las importantes conquistas hasta ahora alcanzadas, mientras se continúa entregando buena parte de las divisas que genera la exportación petrolera a la burguesía comercial-importadora, reproduciendo el modelo que favorece el histórico parasitismo del “empresariado” nacional.
Y esto es antónimo de la liberación nacional –incluso de las concepciones de un modelo “autónomo” de desarrollo capitalista–, y especialmente de una liberación nacional con perspectiva revolucionaria que “tribute” al objetivo histórico socialista.