Edgar Meléndez. Especial para TP
Como afirmamos en el artículo anterior, la monoproducción y una burguesía parasitaria –que son componentes característicos del modelo económico venezolano–, cuesta encajarlos siquiera en definiciones básicas del capitalismo y, además, son nocivos para cualquier economía que aspire a ser fuerte o sana. De entrada insistimos en que, hasta aquí, no estamos aplicando términos revolucionarios al análisis de nuestro modelo económico.
Una de las consecuencias ineludibles e inmediatas del modelo de capitalismo dependiente, rentista e improductivo de nuestro país, es el estímulo, fomento y fortalecimiento de la multiimportación como otra de las terribles características de nuestra economía.
Por eso debe tenerse claridad de que una falla fundamental, un gran error, en los 17 años de esta “fase del largo proceso revolucionario venezolano”, ha sido haber desperdiciado las condiciones favorables que hubo para el desarrollo productivo, diversificar la economía y transformar nuestro atrasado modelo capitalista; y en su lugar quedamos anclamos como un país monoproductor, multiimportador y con una alta dependencia tecnológica.
Datos de entes oficiales ilustran esto. El monto de las importaciones totales (estatales y no estatales) pasaron de 18.839 millones de dólares (US$), en 1997, a 64.392 millones US$, en 2014 –con un pico en 2012 de 85.345 millones US$–; un incremento de 241,8% en menos de 20 años, y una tendencia sostenida al crecimiento.
Si bien es cierto que ha habido un aumento significativo de las importaciones del sector estatal –pasando de 3.363 millones US$, el 17,9% del total en 1997, a 33.198 millones US$, el 51,6% del total en 2014–, este crecimiento no ha compensado las enormes caídas de las importaciones no estatales. Por ejemplo, de los 20.953 millones US$ que cayeron las importaciones totales desde 2012, 16.666 millones US$ son del sector no estatal, el 79,54%.
Nótense, además, las reducciones de importación durante 2002 y 2003; 2009; y, 2013 y 2014, las cuales están directamente relacionadas con la caída de las exportaciones petroleras venezolanas durante las fases de recesión en los ciclos de la economía mundial.
¿Qué demuestra el análisis de estas cifras? Al menos dos cosas: que somos más dependientes de las importaciones y que somos menos productores; lo que tiene una consecuente implicación en los problemas de abastecimiento que venimos sufriendo desde hace varios años.
Si realmente se hubiese desarrollado la producción nacional, se podría cubrir el faltante originado por la caída de las importaciones, y no tendríamos tanta escasez, inflación ni colas, con sus consecuencias sociales y políticas. Esto sin obviar el agravamiento complementario producto del accionar desestabilizador que han tenido ciertos sectores privados.
Frente a esta realidad acumulada, las y los comunistas hemos advertido y criticado que se ha errado en los caminos seguidos, y durante años hemos hecho propuestas para corregir desviaciones, errores y deficiencias. Un modelo económico tan atrasado como el que tiene Venezuela no le sirve ni al propio capitalismo, menos aún a la liberación nacional y a la verdadera perspectiva socialista.
A estas alturas no debe quedar dudas de que el trabajo y la producción, con una óptica patriótica, son componentes fundamentales para garantizar el avance económico, el desarrollo soberano, la seguridad social y la independencia nacional.