Memoria

Miguel Hernández: un poeta de pluma y fusil


Por: MARIANO VIVANCOS. Especial para TP

 

Miguel Hernández nació en Orihuela (Alicante), el 30 de octubre de 1910. De familia campesina. No le costearon la educación, ya que con 15 años abandonó la escuela para ser pastor de cabras. Además de cuidar el rebaño, leía constantemente y escribió sus primeros poemas. En la biblioteca pública formó un grupo literario. En junio de 1931 Hernández es elegido presidente de las Juventudes Socialistas de Orihuela, dimite dos meses después.

Llega a Madrid a finales de 1934. Tanto literaria como políticamente comienza a mostrar una preocupación social y política, sobre todo a raíz de su amistad con el poeta comunista chileno Pablo Neruda y Raúl González Tuñón, miembro del Partido Comunista de Argentina, que fue su verdadero guía ideológico. De ambos, recibió Hernández la influencia literaria que le acerca a la poesía vanguardista, así como a la ideología comunista. Despierta la conciencia del poder transformador de la palabra y la función social y política de la poesía.

Miguel Hernández exalta: los oficios de la tierra (que requieren las manos del campesino), su esperanza en la juventud y la confianza en la lucha revolucionaria contra la explotación capitalista. Pero lo que hacía que el mensaje fuera eficaz era la identificación plena de su vida y su obra. Su condición de clase le acompañó en su poesía así como en su militancia.

Sus principales obras: Perito en lunas, El rayo que no cesa, Viento del pueblo, Labrador de más aire, Teatro en la guerra, El hombre acecha, Cancionero y romancero de ausencias.

Al empezar la Guerra Civil (1936-1939), se alista en el Quinto Regimiento (organizado por el Partido Comunista), del que llega a ser Comisario Político, estando en los frentes de Andalucía, Extremadura, Teruel y Madrid. No quiere ser un intelectual de retaguardia, dar recitales y arengas en el frente y volver por la noche a casa; quiere luchar, con el fusil y con la pluma, al lado de su pueblo.

Asistió al 2º Congreso Internacional de Escritores Antifascistas, en Madrid. Viajó a la URSS en representación del gobierno de la República.

Terminada la guerra intenta pasar a Portugal, detenido por la policía fascista portuguesa en la frontera, le devuelven a España. Juzgado y condenado a muerte; posteriormente se la conmuta por la de treinta años (Franco no quería otro Lorca). En varias ocasiones le ofrecieron la libertad bajo una condición que nunca aceptó: renunciar a sus ideas comunistas.

Pasó tres terribles años en distintas cárceles, enfermó de una tuberculosis no tratada que le causó la muerte física el 28 de marzo de 1942, hace 75 años, contando con tan sólo 31 años de edad. No pudieron cerrarle los ojos, hecho sobre el que Vicente Aleixandre (Premio Nobel de Literatura) compuso un poema.

No sólo fue un poeta sino que también fue un ejemplo de militante, por no haber claudicado aunque ello le costara la vida, por conseguir –mediante su brillante literatura– el reconocimiento internacional y haber dejado de lado todo lo que tenía por luchar en el frente. También por vivir y actuar como debe hacerlo un poeta comunista: luchando y trabajando día a día, huyendo de las concepciones intelectuales burguesas y pequeñoburguesas.

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