Internacional

Partido Comunista de Egipto: Hermanos Musulmanes es una organización fascista


Salah-Adli-PC-EgiptoEntrevista a Salah Adli del Partido Comunista de Egipto sobre la situación del país

ENTREVISTA CON EL CAMARADA SALAH ADLI, SECRETARIO GENERAL DEL PARTIDO COMUNISTA EGIPCIO, POR NAMEH MARDOM, ÓRGANO DE PRENSA DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA (TUDEH) DE IRÁN. 10 de julio de 2013

Salah Adly: Quisiera en primer lugar expresar mi saludo al Partido Tudeh de Irán y desearle éxito en su lucha. También me gustaría agradecer al periódico Nameh Mardom por la oportunidad de aclarar los grandes acontecimientos históricos que están teniendo lugar en Egipto.

Nameh Mardom: En las recientes declaraciones del Partido Comunista de Egipto (el 03 de julio), Uds. se refirieron al hecho de que el movimiento de protestas de masas incluye a diversos estratos y clases. ¿Cómo se han movilizado esas clases y capas de la sociedad egipcia en la segunda ola de la Revolución del 30 de junio?

SA: Desde el estallido de la revolución de 25 de enero de 2011, los movimientos de protesta no han disminuido, y las demostraciones de millones de personas no se han detenido, es decir, el estado revolucionario de las masas se ha mantenido allí, perdiendo fuerza a veces y estallando en otras ocasiones. Las protestas y huelgas de los trabajadores también se intensificaron. Tras el éxito de Morsi y los Hermanos Musulmanes en tomar el poder, las masas descubrieron su naturaleza autoritaria, su carácter fascista, su favoritismo por los intereses de los sectores más reaccionarios y parásitos del capitalismo, y su incapacidad para dirigir un estado del tamaño de Egipto. Además, su traición a los intereses de la patria y su disposición para actuar como el principal agente para mantener los intereses de los EE.UU. e Israel en la región quedaron en evidencia. Negociaron la tregua en Gaza y le dieron a Estados Unidos e Israel lo que ni siquiera el régimen títere de Mubarak les había dado. Su proyecto oscurantista y sectario, que es hostil a la democracia, la ciencia, la cultura y la tolerancia, se hizo muy evidente. Más importante aún, las masas descubrieron la falsedad de su uso de consignas religiosas para disfrazar sus planes en servicio al proyecto imperialista del Gran Medio Oriente Medio y el «caos creativo».

Por lo tanto, el número de protestas sociales (huelgas, sentadas, concentraciones y piquetes de protesta) llegó a 7400 -según admite el propio Mohamed Morsi- durante el pasado año. La tasa de desempleo alcanzó el 32%, la mayoría de los desempleados con niveles altos y medios de capacitación profesional. La deuda externa pasó de 34 a 45 mil millones de dólares. La deuda interna se incrementó en 365 mil millones de libras egipcias durante el reinado de Morsi de un año. La proporción de personas que viven por debajo del umbral de pobreza aumentó a más del 50% de la población. En resumen, la mayoría de las capas y clases de la sociedad y sus fuerzas políticas liberales, nacionalistas y de izquierda, así como movimientos de jóvenes, en su mayoría de orientación de izquierda y nacionalista, más las principales instituciones del Estado, especialmente el ejército, el poder judicial, los medios de comunicación y la policía, sintieron que hay un grave peligro como consecuencia de la permanencia en el poder de los Hermanos Musulmanes, debido a su intenso esfuerzo por monopolizar el poder y excluir a todo el que no esté con ellos, además de sus aliados entre los grupos terroristas que usan la religión como una cubierta.

Incluso amplios sectores de la burguesía egipcia media y grande en los sectores del turismo, la industria, el comercio, la agricultura y la construcción se sintieron muy asustados por sus intereses, como resultado de la continuación del gobierno de los Hermanos Musulmanes, que fue creando una atmósfera de caos, inseguridad e inestabilidad.

El Movimiento «Tamarud» (Rebelión) logró recolectar más de 22 millones de firmas para la retirada de la confianza en Morsi y en apoyo de la convocatoria a elecciones presidenciales adelantadas. Todos los partidos, sindicatos y organizaciones participaron en la recolección de firmas, y la campaña se extendió en las calles, ciudades, en las fábricas, escuelas y universidades, y en aldeas en todas las provincias de Egipto. La gran importancia de esta campaña es que fue capaz de involucrar activamente a los ciudadanos egipcios en el movimiento revolucionario para derrocar el gobierno de la Hermandad Musulmana. También restauró el carácter pacífico y democrático de la acción revolucionaria, y formó la base para la des-sacralizar la falsa legitimidad de las urnas electorales como el único criterio de legitimidad en el sistema democrático. La convocatoria para la recolección de firmas fue acompañada por llamados a demostraciones en todas las plazas principales de Egipto el 30 de junio como muestra de la credibilidad de esta campaña y base fundamental de la legitimidad revolucionaria de las masas para derrocar a este régimen fascista y vencer su proyecto de estado religioso.

La respuesta de las masas populares egipcias fue grande, y se lograron las mayores concentraciones de la historia de Egipto, e incluso en la historia del mundo. Esto fue constatado por el índice de «Google Earth». Más de 27 millones de personas protestaron simultáneamente en todas las provincias de Egipto, en representación de diversas clases y capas de la sociedad egipcia, frente a las concentraciones de la Hermandad Musulmana y sus aliados que no excedieron de 200 mil manifestantes en una pequeña plaza in Cairo. Por lo tanto, el pueblo egipcio estaba de un lado y los Hermanos Musulmanes se quedaron con sus aliados del otro lado, aislados. Esta es la realidad sobre la que debe basarse cualquier evaluación de la situación o cualquier análisis político.

Creemos que lo que pasó el 30 de junio es una segunda ola de la revolución egipcia más fuerte y más profunda que la primera ola de 2011. Se ha llevado a cabo para corregir la trayectoria de la revolución y quitársela a la extrema derecha religiosa que ha conspirado para robarse la revolución y “cabalgar sobre su ola” para servir a sus objetivos fascistas y reaccionarios y los planes del imperialismo mundial.

NM: ¿Cuál es el nivel de participación de la clase obrera y los trabajadores en estas protestas? ¿Por qué los trabajadores participan en la batalla contra el “Islam político” y por los derechos democráticos?

SA: Las consignas básicas de la revolución de enero fueron: pan – libertad – justicia social – dignidad humana. Es un eslabón esencial de la revolución democrática nacional y vino luego de una larga etapa histórica que se había iniciado a mediados de los años setenta del siglo pasado, con el dominio del gran capitalismo dependiente y un ciclo completo de regresión, atraso y tiranía. Durante ese período, las fuerzas reaccionarias, en alianza con el imperialismo mundial y la reacción árabe, lograron fortalecer un clima que permitió que la corriente del Islam político – en especial los Hermanos Musulmanes – se extendieran y crecieran. Las fuerzas de la izquierda se debilitaron, los trabajadores fueron desplazados y las grandes industrias fueron liquidadas  lo que asestó un golpe a cualquier posibilidad de lograr un desarrollo integral.

De hecho, los trabajadores han participado en la mayor parte de las protestas que se han intensificado desde 2006 y participan en todas las manifestaciones populares como parte del pueblo y no como clase organizada. Esto se debe a la ausencia de organizaciones sindicales fuertes y federaciones, a causa de la larga herencia de una tiranía y la represión del gobierno para controlar las federaciones y sindicatos. También se debe a los grandes cambios que tuvieron lugar durante el período pasado en la correlación de clases y la naturaleza de la composición de la clase obrera en los distintos sectores. En las pequeñas y medianas industrias controladas por el sector privado a los trabajadores se les impidió la formación de sindicatos. La clase obrera no surgió de un modo claro como clase en la revolución. Como resultado de la falta de unidad efectiva entre las fuerzas de la izquierda y su debilidad en la etapa anterior, por muchas razones que no hay espacio aquí para mencionar, el movimiento obrero no actuó de una manera eficaz e influyente en consonancia con el tamaño de su participación y sus grandes sacrificios en la revolución.

Es importante aclarar que los trabajadores del sector público han descubierto que las prácticas y actitudes de los Hermanos Musulmanes no se diferencian de las orientaciones del régimen de Mubarak, incluso eran peores. La Hermandad Musulmana puso en práctica las mismas políticas sobre la continuación del programa de privatización y de la liberalización de precios, y no aumentó el salario mínimo a pesar de que fue uno de los primeros reclamos de la revolución. Incluso se redujeron los impuestos a los empresarios, continuaron con la privatización de los servicios y se negaron a aplicar el programa de seguro de salud. Insistieron en la venta e hipoteca de los activos de Egipto y sus instituciones a través del proyecto de «bonos islámicos», que se apresuraron a aprobar en el Consejo de la Shura (la cámara alta del parlamento) controlado por la Hermandad Musulmana. Lo más peligroso fue su negativa a aprobar la ley para garantizar la libertad de formar sindicatos, que habían acordado con todas las fuerzas políticas y las corrientes sindicales antes de la revolución, y reemplazaron con sus propios hombres a la gente de Mubarak que había quedado al frente de la Unión General de Trabajadores Egipcios controlada por el gobierno. Esta es la base social y democrática por la que la clase obrera se inclinó a favor de la revolución contra el dominio de los Hermanos Musulmanes y las fuerzas del Islam político, además de las otras razones que hemos mencionado antes.

Cualquiera que se imagine que los trabajadores sólo se rebelan por cuestiones partidistas o razones económicas se equivoca. Los trabajadores están muy conscientes de los peligros del proyecto de la derecha extremista religiosa y sus prácticas de derecha y fascistas en los campos democrático, político, económico, social y nacional.

NM: En sus declaraciones, el PC de Egipto caracteriza a los actuales acontecimientos como una revolución. ¿Cuáles son la naturaleza, las tareas y necesidades urgentes de esta revolución?

SA: Sí, lo que está sucediendo ahora es una revolución. Para ser precisos, es la segunda gran ola de la revolución de enero 2011, ya que su primera ola fue abortada debido a que fue robada por la Hermandad Musulmana pese a que esa organización no participó en prepararla, convocarla ni hacerla. Es una revolución democrática con una orientación social y patriótica clara. Está en desarrollo, y amplias capas sociales y diversas fuerzas políticas (liberales, nacionalistas y de izquierda) participan en ella. Con la continuación de la marea revolucionaria, la verdad acerca de las distintas posiciones se ha vuelto más clara, y las orientaciones de cada una de estas fuerzas y su voluntad de continuar por el camino de la revolución se están revelando.

Las primeras tareas democráticas de la revolución son promulgar una nueva constitución civil y democrática que haga hincapié en los derechos humanos, los derechos de la mujer y los derechos sociales y económicos para las clases trabajadoras, y que no niegue el derecho del pueblo a elegir su sistema político y económico en el futuro de acuerdo con la correlación de fuerzas. Por lo tanto, la tarea de derrocar la actual constitución sectaria, reaccionaria y distorsionada (impuesta por la Hermandad Musulmana), y no sólo modificarla o enmendarla, es una tarea fundamental para las fuerzas democráticas y progresistas en el momento actual.

Una de las tareas de la revolución democrática es también la libertad para formar sindicatos, partidos políticos y asociaciones sin intervención del gobierno; el rechazo a la formación de partidos políticos de base religiosa y sectaria; la igualdad plena entre hombres y mujeres en términos de derechos y deberes; y la igualdad ante la ley y la criminalización de todas las formas de discriminación religiosa o de otro tipo.

Entre las tareas sociales está formular un plan para el desarrollo social independiente e integral, sobre la base del fomento de los sectores productivos, con la necesidad de una distribución equitativa de la riqueza y los productos del desarrollo en beneficio de los pobres y los explotados, y la satisfacción de las necesidades sociales urgentes. Prioridades supremas entre estas demandas son: establecer mínimos y máximos salariales, y su vinculación a los precios; la cancelación de las deudas de los pequeños campesinos; la redistribución de las partidas presupuestarias para incrementar el gasto en salud y educación; la provisión de viviendas para personas de bajos ingresos; aumentar los impuestos a los ricos; recuperar la posesión de las empresas del sector público que fueron saqueadas; y la lucha contra la corrupción.

Las tareas nacionales son: oponerse a la dependencia de los Estados Unidos; negarse a sucumbir a la hegemonía sionista; enmendar el acuerdo de Camp David; restaurar el papel nacional de Egipto en los niveles árabe, africano, regional e internacional; y profundizar la relación con los pueblos y países del Tercer Mundo.

Nameh Mardom: ¿Los acontecimientos actuales en Egipto significan un rechazo del “Islam político» o sólo el rechazo de la Hermandad Musulmana por el pueblo egipcio?

Salah Adly: Los Hermanos Musulmanes son la organización más eficaz e influyente entre las fuerzas del Islam político. El resto de organizaciones, como los grupos salafistas y yihadistas, fueron aliados de la Hermandad Musulmana y salieron con ellos en su última batalla a defender su régimen, porque saben que su derrota significaría una derrota importante para el proyecto islamista sectario que es apoyado por el gobierno de EE.UU. como una alternativa a los regímenes autoritarios que se derrumban. Sólo el partido salafista al-Nour fue excluido de esa alianza en la última batalla por motivos relacionados con su asociación con Arabia Saudita, aunque estamos conscientes de que es también un partido reaccionario y sectario hostil a los derechos humanos y los derechos de las mujeres y las minorías, incluidas las otras sectas islámicas. Esto se hizo evidente en su incitación al asesinato de chiítas cuyos cuerpos fueron arrastrados por las calles en la masacre horrible que tuvo lugar en un pueblo el mes pasado.

Creemos que la batalla no ha terminado y es necesario que haya una lucha cultural, política, y social para aplastar su resistencia y cambiar el clima general que ha dominado por décadas.

Pero nos gustaría llamar la atención sobre el hecho de que lo que está sucediendo en Egipto ya no es sólo una confrontación entre los Hermanos Musulmanes y sus aliados de la derecha religiosa, contra las instituciones de seguridad del Estado. De hecho, ahora están enfrentando al pueblo egipcio de todas las sectas y corrientes, así como a todas las instituciones del Estado, incluido el poder judicial, los medios de comunicación y la cultura. En los barrios y pueblos, los Hermanos Musulmanes se enfrentan ahora a las masas del pueblo egipcio, ya que sin duda han perdido el apoyo de amplios sectores de la población durante los últimos dos años. Sin embargo, el ejército y las fuerzas de seguridad tendrán un papel importante en el enfrentamiento contra sus milicias terroristas armadas.

En resumen, vemos que lo que ha ocurrido es una gran derrota para el proyecto de la derecha religiosa en general, y no sólo para el proyecto de los Hermanos Musulmanes. Esto tendrá importantes repercusiones en la región en el próximo período.

NM: ¿Cuál es su opinión sobre los argumentos que afirman que la destitución de Morsi es antidemocrática porque él había sido fue elegido legalmente de acuerdo con la nueva Constitución que fue ratificada en referéndum? ¿Fue Morsi derrocado por el ejército egipcio?

SA: Los que han derrocado a Morsi son los más de 22 millones de ciudadanos del pueblo egipcio que firmaron un documento con sus nombres, números de identificación [cédula de identidad] y nombre de su provincia, escrito en persona y a mano, en lugar de en Internet, en un referéndum sin precedentes que culminó en la «gran movilización» en las principales plazas por más de 27 millones de manifestantes el 30 de junio, que se mantuvo por cuatro días consecutivos. Fue Morsi quien derrocó la legitimidad cuando emitió su declaración constitucional dictatorial en noviembre de 2011. Fue Morsi quien devastó los derechos humanos cuando sus partidarios terroristas sitiaron el Tribunal Constitucional, cuando sus milicias torturaron a manifestantes delante del Palacio al-Ittihadyah [el palacio presidencial], como se demostró en las investigaciones llevadas a cabo por la Fiscalía Pública, y cuando sus hombres mataron a manifestantes frente a la sede del Partido Libertad y Justicia (brazo político de los Hermanos Musulmanes), de conformidad con las órdenes explícitas del líder del grupo y su adjunto, como los asesinos confesaron ante el fiscal. Fue Morsi quien renegó de las promesas que había anunciado el día en que consiguió enmendar la Constitución y formar un gobierno de coalición. Él y su grupo insistieron en someter el país a las condiciones del Fondo Monetario Internacional, y también declararon la Jihad contra Siria en una conferencia de las fuerzas yihadistas terroristas sin consultar al ejército y el Consejo de Defensa Nacional.

Por lo tanto, todos los partidos políticos y fuerzas, y hasta el partido salafista al-Nour, que abandonó la nave de Morsi antes de que se hundiera, han apoyado el llamado a elecciones presidenciales anticipadas. Este llamado no es un golpe de estado contra la democracia, sino que emana del corazón de la democracia popular cuando cualquier presidente traiciona sus promesas al pueblo y su programa sobre la base del cual había sido elegido.

Limitar la causa de la democracia sólo a la «urna electoral» es una traición total de la esencia de la democracia, y una negación explícita del derecho de los pueblos a rebelarse contra sus gobernantes autocráticos y los regímenes fascistas que utilizan la religión para ocultar su naturaleza reaccionaria y su orientación capitalista de derecha.

La defensa de Morsi por los Estados Unidos y los estados capitalistas occidentales y se presentación de la situación como un «golpe militar» contra la «legitimidad constitucional» es una posición formal que esconde el hecho de que el imperialismo mundial está aterrorizado por las revoluciones de los pueblos y su capacidad de transcender los estrechos límites de la burguesía democrática, que representa, en esencia, la forma óptima para satisfacer los intereses de los grandes empresarios y los monopolios y sus agentes locales, en el control del destino de los pueblos de los países del Tercer Mundo.

Lo que ha sucedido no es un golpe de Estado militar de ninguna manera, sino un golpe revolucionario por el pueblo egipcio para deshacerse de este régimen fascista. Lo que el ejército hizo es llevar a cabo la voluntad del pueblo y protegerlo de los planes de la Hermandad Musulmana y sus aliados terroristas armados que quieren encender la lucha sectaria y las guerras civiles, dividir al ejército egipcio y destruir las instituciones del Estado egipcio para servir a los intereses del imperialismo y el sionismo en la región.

¿Qué clase de golpe de estado es este en que decenas de millones de personas están en la calle apoyándolo? ¿Qué clase de golpe de estado es cuando el jefe de la Corte Constitucional ya ha asumido el poder, como había sido exigido por el Frente de Salvación, que incluye a todas las fuerzas de la oposición con sus diferentes orientaciones y el movimiento juvenil «Tamarud» (Rebelión), y ha recibido el apoyo de las masas del pueblo egipcio? ¿Qué clase de golpe de Estado es cuando ya se ha formado un gobierno integrado por civiles calificados nacionales, y que tiene plenos poderes durante un período transitorio no superior a un año que terminará con la promulgación de una constitución civil democrática y las elecciones presidenciales y parlamentarias que todo el mundo desea? ¿Qué clase de golpe de estado es que permite el derecho a la protesta pacífica, incluso por parte de sus oponentes, y no impone un estado de emergencia? La declaración de Al-Sisi, el comandante del ejército egipcio, en que expuso la hoja de ruta para la fase de transición, sólo fue anunciada tras un diálogo que logró el consenso con los representantes del pueblo egipcio, entre ellos los jóvenes de «Tamarud» (Rebelión), el representante del Frente de Salvación, el jeque de al-Azhar, el Papa copto y una representante de las mujeres. Los egipcios han celebrado en las plazas principales, barrios y pueblos esta gran victoria para el pueblo egipcio y la conformidad del ejército nacional con ella.

Debemos, como lo enseña el marxismo, proceder a partir de la realidad concreta y no limitar nuestra visión con ideas rígidas predeterminadas y fórmulas preparadas. ¿No es notable que los medios de comunicación occidentales hacen la vista gorda ante todo esto, se niegan a ver la realidad e insisten en que lo que está ocurriendo es un golpe militar?

Sin embargo, estamos conscientes de la necesidad de estar alerta y prestar atención durante la próxima fase para garantizar que el papel de los militares en esta etapa se limite a la protección de las personas y la seguridad nacional de Egipto, y cumpla con sus promesas de no interferir directamente en los asuntos políticos. Para ello se necesita que el pueblo permanezca en las plazas para garantizar el cumplimiento de sus demandas en la fase de transición.

12 comentarios en “Partido Comunista de Egipto: Hermanos Musulmanes es una organización fascista”

  1. Instructivo Militar Revolucionario
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    Notas sobre la Revolución Proletaria Mundial y la Crisis del Movimiento Comunista

    A finales de los anos de la década de 1960 el Club de Roma sostenía que no se podía crecer más…; y así produjeron un conjunto de recetas sin perspectivas, desde que la esencia del capital requiere crecimiento. Desde la derecha e izquierda del capital sus ideológicos se empeñaban en confundir y contaminar ideológicamente el movimiento obrero, esa mercancía al servicio del capital mundial que le ha acompañado en sus guerras mundiales, sirviéndole de base y carne de canon. Aun así, la extrema dificultad que tiene el valor para valorizarse (al ritmo que su propia ley ciega impone), el capital para continuar creciendo, mostraba claramente que la crisis era (y es) inédita por su amplitud. En el 2010 el capital “español” establece una réplica “dominicana” del famoso bar Café del Mar en Puerto Bahía, en la Península de Samana. El frenesí de movilidad de los capitales en búsqueda irrefrenable de los espacios que le aseguren la mayor valorización posible (para luego salir de ahí desde que existe una mayor oportunidad en función de la tasa de ganancia), parece diminuto al lado de la proporción inconmensurable en que, en las últimas décadas, se han desarrollado las transacciones estrictamente financieras y en particular el capital ficticio. (Comunismo # 62) En ese contexto infernal del ciclo depresivo en que se encuentra la económica mundial también se producen movilizaciones en todas partes del planeta, y nos preguntamos:

    ¿Que nos están indicando la entrada, más o menos simultanea, todavía con desfases en el tiempo, de más países a la revuelta proletaria contra el capitalismo?

    Que la catástrofe capitalista ha ido reduciendo la capacidad del capital mundial de atacar por separado al proletariado, país por país; aunque todavía existen algunas regiones donde sectores de la burguesía no aplican las medidas de austeridad que en otras regiones son indispensables. Por eso, algunas franjas de la masa proletaria no se reconocen en las luchas que se llevan a efecto por el proletariado mundial. “Históricamente es en base a ese principio, que los países, cuyos Estados funcionan como gendarmes represivos en otras partes, mantienen la complicidad de ‘su’ masa proletaria, indispensable para desempeñar esta repugnante función. Pero esto depende de esa capacidad de otorgar ciertos beneficios o reformas sindicales a esa masa proletaria, e incluso eso, como sucede en países como Estados Unidos y Europa, es hoy difícil de mantener para las burguesías correspondientes.” Esa es la función que tienen los subsidios que reciben las fracciones de capital de la clase dominante en el nivel internacional: evitar que la masa proletaria se reconozca como clase revolucionaria, Por eso la consigna histórica del proletariado: ¡La lucha proletaria en otros países en nuestra Lucha! En ese sentido, y con la intención de imponer el modo de producción comunista en el nivel internacional, consideramos la pertinencia de un Centro Revolucionario Internacional que coordine la radicalización y expansión de nuestras luchas contra la burguesía mundial. (Comunismo # 61)

    Tenemos “un mismo interés, un mismo movimiento, de estimulación mutua, de una misma organicidad fundamentada en los intereses comunes y donde, además, cada parte del todo se siente parte del todo. (Y afirmamos que), la negación histórica del proletariado ha sido demasiado profunda para que dicha clase se denomine por su nombre y proclame la necesidad histórica e ineludible de la revolución comunista, pero no se puede ocultar que, en todos los países, la estimulación de los proletarios en lucha supero fronteras y que, poco a poco, los protagonistas reales se fueron afirmando como parte de un mismo y único movimiento contra el poder. Las revueltas proletarias, su radicalización y extensión internacional “podrían ser los primeros signos de una revolución social y política que atraviese los mares y los océanos, para finalmente derrocar al orden capitalista mundial”. (Comunismo # 61)

    Los problemas que enfrentamos no se resuelven imponiendo la unidad por encima de la contradicción pues entonces negamos la dialéctica. Esa recomendación reaccionaria nos llega recientemente desde el Partido “Comunista” Cubano. Y no puede ser de otro modo: desde Batista hasta Fidel siempre ha sido una herramienta contrarrevolucionaria. La belleza de nuestro movimiento está impregnada de contradicciones. Nuestra responsabilidad es explicar hacia donde se dirige nuestro movimiento y que tenemos que hacer para imponer el modo de producción comunista en el nivel internacional. Antes de que las facciones de la burguesía mundial desataran su primera guerra imperialista en 1914, ya el proletariado mundial había expresado su rechazo en las calles de Europa y las minorías revolucionarias se reunían desde 1907 para responder los ataques del capital. Desde ese año se constata la negación histórica, la debilidad organizativa del proletariado y la crisis teórica del movimiento comunista; pues el documento redactado no rompió con el modelo y los intereses de la socialdemocracia, es decir, específicamente, con su fracción “radical”. “El Congreso no rechaza por principio y para siempre toda política colonial…. (Recomienda) abogar por reformas, mejorar la suerte de los nativos…y educarlos para la independencia por todos los medios posibles.” (Rosa Luxemburgo) Esa debilidad organizativa y política del proletariado es usada por la burguesía para decidir desatar la guerra en 1914.

    Ese documento también nos permite entender la línea reformista del partido bolchevique después de asumir el poder en 1917. La insurrección proletaria exitosa es rápidamente frenada en ambos niveles, el internacional con la paz de Brest-litov y en el plano local mediante un decreto firmado por Lenin en 1918 ordenando a los grupos de acción directa fusionarse con los soviets que habían sido transformados en órganos de gestión de capital. El propio Lenin admitió en el transcurso del VIII Congreso del Partido Bolchevique, usando dos preposiciones (para y del) que los soviets habían sido transformados en órganos de gestión de capital, en órganos para los trabajadores. Dejaron de ser órganos del proletariado y su dictadura de clase para administrar los negocios del capital. Los debates internos del Partido Bolchevique muestran la política reformista asumida por Lenin y el grupo de militantes que lo rodeaba. Más todavía, en el Estado y la Revolución su concepción del Estado es una caricatura del las tesis de Marx contra la sociedad y el Estado que maravillosamente presenta.

    Esa concepción reformista de la sociedad y el Estado es la que imponen los bolcheviques a partir de 1918 en Rusia y un año más tarde en la Tercera Internacional, profundizando y expandiendo la debilidad organizativa del proletariado y la crisis teórica del movimiento comunista: «Si la política oportunista de los primeros años crea evidentemente desorientación y desorganización general en los grupos proletarios de vanguardia en el mundo, el año 1919 (en el que se realizó el Primer Congreso de la IC) es considerado en general como el año en que la política bolchevique es más radical. Ello se refleja en los documentos principales de ese congreso (Plataforma y Manifiesto), que, en relación a lo que vendrá después, aparecen como elementos de ruptura con el capital internacional y, en particular, con la tradición socialdemócrata. Pero incluso en ese congreso se afirma la «utilización revolucionaria del parlamento», lo que es una posición abiertamente contra la ruptura comunista que se estaba procesando en todo el mundo: en más de 15 países se habían constituido grupos de importancia variable, en ruptura con el socialismo burgués. Todos esos grupos, que llamaban a la constitución de partidos afuera y en contra de la socialdemocracia, consideraban el parlamentarismo y el electoralismo, de todo tipo, como contrarrevolucionario y afirmaban, de diversas maneras, una crítica más global de la democracia y de la socialdemocracia.
    Durante todo el año 1919, en el que se suceden grandes movimientos insurreccionales y huelguísticos en todo el mundo, los bolcheviques, directamente o en tanto que Comité Ejecutivo de la IC, defienden el electoralismo y el parlamentarismo, contra el movimiento del proletariado y las izquierdas comunistas. Subrayemos, al respecto, que en la primera circular del Comité Ejecutivo («El parlamentarismo y la lucha por los soviets»), de septiembre de aquel año, se defiende ya la necesidad de la utilización «táctica» (sic) del parlamentarismo y que un mes después, en el Congreso de Heidelberg del Partido Comunista Alemán (KPD), Radek, en nombre de los bolcheviques, defiende la participación en las elecciones y en los sindicatos, oponiéndose abiertamente a la izquierda comunista en un momento crucial. El Congreso de Heildeberg se da en un momento de represión abierta, lo que impide la participación de las diferentes delegaciones, mayoritariamente de «comunistas de izquierda». Levi, con el apoyo decisivo de los bolcheviques, y particularmente de Radek, excluye a todos los militantes comunistas. Conviene subrayar que Radek ya había redactado, en esos momentos, su repugnante opúsculo: «Evolución de la revolución mundial y las tareas del partido comunista»; verdadera preedición de la «enfermedad infantil» de Lenin y que Antón Pannekoek responde en su importante trabajo de denuncia del leninismo: «La revolución mundial y la táctica del comunismo». Ya en esas circunstancias Radek y Levi, que coqueteaban con la USPD (la izquierda de la socialdemocracia) contra todo lo que afirmaba la izquierda comunista alemana y lo que la lucha misma iba delimitando, defienden abiertamente el frentismo hablando de «bloque temporal» entre el KPD y el SPD. Lo importante es subrayar que esta práctica frentista se contrapone a la práctica misma de la vanguardia proletaria en lucha abierta contra la socialdemocracia. El momento culminante fue cuando, en plena insurrección del proletariado en la Ruhr en 1920, los jefes leninistas del KPD sabotearon el movimiento llamando a un frente con los enemigos directos del proletariado. Es decir, que en plena lucha internacional del proletariado, los bolcheviques, contra todas las expectativas rupturistas suscitadas, defienden abiertamente no sólo el sindicalismo y el parlamentarismo, sino la realización de un frente único (predecesor del frente popular y del frentismo supuestamente antiimperialista) con los enemigos abiertos del proletariado, que habían reprimido y seguían reprimiendo abiertamente la lucha insurreccional. En este sentido, la política contrarrevolucionaria de los bolcheviques en Alemania, justo adonde el proletariado había demostrado más fuerza, prefiguraba la que sería aplicada luego en todas partes. En el mismo momento que Lenin sostenía esa política contra las minorías comunistas, les escribe minimizando las diferencias. Un año más tarde, reconoce que también esto era pura maniobra, simple «cuestión táctica». Lenin declara que había sido necesario «soportar a la izquierda comunista» pero que «ahora no le hagamos más publicidad, no hablemos más de ella».
    En 1919 se crea, en Ámsterdam, un Buró de la IC para Europa Occidental, que expresa un conjunto de tendencias extremadamente ricas, algunas de ellas en ruptura con la socialdemocracia, que critican el sindicalismo, el electoralismo y el parlamentarismo, el partido de masas…, y que dada la coincidencia de posiciones con fracciones comunistas de América del Sur (en Argentina, Uruguay, Chile…) y de América del Norte (Estados Unidos, México…) podría haberse constituido en una verdadera alternativa organizativa a la política oportunista de Moscú. Sin embargo, muy rápidamente se constituye otro buró en Berlín, a instancias de los bolcheviques, con personajes claramente centristas y opuestos a la ruptura decisiva como Levi, Zetkin y Radek. El Buró de Berlín parte del principio (¡en pleno1919!) de que «la revolución, incluso a escala europea, se hará lentamente» y se encarga de liquidar el otro Buró. La contradicción entre ambos burós es cada vez mayor y queda en evidencia, a principios de 1920, cuando la conferencia de Ámsterdam, impulsada por el Buró de esa ciudad, adopta las bases para el trabajo en Europa Occidental. En ellas, si bien por las discrepancias existentes y la acción represiva no se llega a afirmar la ruptura revolucionaria con toda la fuerza que ya se expresaban en diferentes países (no se pronuncia claramente sobre el entrismo o no en los sindicatos reaccionarios), se llama abiertamente a la ruptura total con los partidos socialpatriotas y particularmente con el laborismo en total contraposición con el oportunismo de Lenin, Radek, Zinoviev, Clara Zetkin y otros oportunistas decisivos de la dirección de la IC. La contraposición entre ambos organismos será cada vez mayor, hasta que Fraina, en nombre del Buró de Ámsterdam, afirma públicamente un conjunto importante de rupturas revolucionarias: reivindicación de la escisión en Alemania con el oficialista KPD y de las posiciones del Partido Comunista Obrero de Alemania (KAPD) de ruptura total con los sindicatos, el rechazo de la posición «masista» del partido y la afirmación del mismo como factor unificador y dirigente, la necesidad de ruptura con el centrismo definido como el principal enemigo y la definición como oportunistas de un conjunto de fuerzas (USPD, el Partido Socialista Norteamericano, la izquierda del Partido Laborista británico, el Partido Socialista Obrero Español) con las que Moscú coqueteaba. Fue demasiado, pues en los hechos se estaba denunciando abiertamente la política oportunista de los bolcheviques y la dirección de la IC. La respuesta del Comité Ejecutivo de la IC no se hizo esperar: se decidió lisa y llanamente liquidar el Buró de Ámsterdam. Es un antecedente importante de cómo se liquida a los discrepantes más adelante. Nada de discusiones, ni de consultas de los propios interesados, se decide oficialmente disolver el Buró de Ámsterdam y los interesados no son notificados de esta resolución directamente, sino que se enteran, por la radio, de que no existen más como Buró, que no son más representativos, que su mandato está anulado. Todavía no se utiliza la liquidación física pero se dice abiertamente que la decisión de «anular el mandato del Buró de Ámsterdam» es adoptada por el simple hecho de que «este último defiende, sobre estas cuestiones, un punto de vista opuesto al del Ejecutivo y principalmente en el rechazo del arma parlamentaria» (sic) y «el renunciar a hacer penetrar el espíritu revolucionario en los sindicatos». Muy rápidamente se verifica que el «arma parlamentaria» y el entrismo en los sindicatos liquida totalmente ese «espíritu revolucionario» y los partidos «comunistas» serán una nueva edición de los partidos socialdemócratas que siempre habían sido partidos parlamentarios y sindicales, es decir, partidos estatales (de control de los proletarios).

    LA VIGENCIA CONTRARREVOLUCIONARIA DEL LENINISMO
    No sólo quienes nos critican, sino incluso lectores y compañeros próximos, se sorprendieron de nuestra enésima insistencia sobre el leninismo, el bolchevismo, el estalinismo…, considerando que todo eso ya está quemado, superado o/y que todo eso se hizo pelota con la «caída del muro» y que sólo quedan absurdos resabios, caribeños u otros, que no tienen ninguna actualidad. Esa apreciación no se basa en la realidad de la dominación capitalista y el aporte que, a la misma, significó la contrarrevolución leninista-estalinista como «ciencia de la maniobra política, táctica y estratégica», que justifica todo y su contrario, sino en lo que los políticos dicen de sí mismos, o lo que es lo mismo, en los regímenes políticos o partidos formales que se llaman a sí mismos leninistas o marxistas leninistas.
    El leninismo es, sin embargo, mucho más amplio e importante que los regímenes marxistas leninistas, que, no está de más recordarlo, abarcaron más de la mitad de la humanidad y Lenin fue el autor más divulgado de todos los tiempos hasta épocas muy recientes. El marxismo leninismo es una metodología general decisiva para dominar al proletariado, una verdadera «ciencia de la maniobra», como Trotski decía, por la cual, en nombre de intereses superiores, se liquida la acción directa revolucionaria. Si en el sentido más amplio todas las fuerzas y partidos, cuyo objetivo es controlar a los proletarios, constituyen el partido histórico de la socialdemocracia (sí, del viejo partido burgués para neutralizar a los proletarios), el triunfo de la contrarrevolución leninista hizo, de esa ciencia, la forma más desarrollada de la dominación de los proletarios, la metodología más perfeccionada para imponerle al proletariado, en nombre del futuro socialista, la movilización productiva y nacional imperialista.
    El leninismo no sólo es utilizado por estalinistas, trotskistas, zinovievistas, gramscianos… que es verdad que cada vez son menos importantes, sino que, en forma consciente o inconsciente, es utilizado por nacionalistas, socialistas, libertarios, liberales, populistas, derechistas, izquierdistas… No es necesario leer a Lenin para encontrar esa misma dualidad característica, llevada a su expresión máxima, en nombre no tanto del partido, sino del socialismo futuro, el progreso, la nación, la democracia, la igualdad… Tampoco es necesario ser miembro de un partido para defender esa concepción; hoy la misma reflorece, como si se tratara de hongos, en las ONG, los sindicatos, las estructuras de ayuda social… que el estado instaura en los barrios pobres como táctica contrainsurreccional (en las favelas, en los banlieu, en los suburbios, en las villas…), en el pseudosocialismo latinoamericano, entre los piqueteros argentinos o adentro del movimiento de trabajadores sem terra de Brasil…
    Se nos dirá que ese dualismo es esencial en todas las formas de dominación capitalista y que no son fruto del leninismo, ni de la socialdemocracia, lo que es totalmente cierto, porque la democracia misma, para disolver la clase en el individuo ciudadano, requiere de todo eso y, en ese sentido, todo partido interesado en el desarrollo y el progreso del capital tiene que utilizarlo. Sin embargo, en tanto que proletarios, explotados y dominados, en lucha contra el capital y sus estados, nos interesa de sobremanera las formas precisas en que esa dominación se estructura y, en particular, las formas de dominación destinadas a los proletarios, concebida para canalizar a quienes ponen su voluntad en la lucha contra esta sociedad. Es decir, nos interesa de sobremanera el papel de los partidos burgueses para el proletariado, es decir la socialdemocracia y su perfeccionamiento marxista leninista. Y al profundizar en la misma constatamos que no estamos frente a una forma cualquiera de dominación sino frente a la forma más perfeccionada que puede existir, más allá de la terminología que la misma pueda utilizar.
    Así, el «mal menor» es un invariante en toda la historia de la opresión y dominación de clase. Siempre la clase dominante intenta utilizar y canalizar a sus propios explotados y dominados contra otros sectores diciendo que son peores, siempre se trata de cambiar algo para que todo quede como está. Siempre la socialdemocracia había utilizado ese expediente contra la autonomía proletaria y la acción directa. Pero el mérito de aplicar dicho expediente para liquidar toda la fuerza del proletariado insurrecto mundial de los años 1917 a 1919 y canalizarlo hacia el frentismo corresponde al leninismo en el poder (1918-1923) y a la consecuente propaganda marxista leninista. La forma más elevada de esa liquidación revolucionaria es precisamente esa transformación histórica hasta imponerle el frente único, luego el frente popular, el frente nacional, hasta la sumisión a la guerra interimperialista y su masacre generalizada. Desde entonces siempre la dictadura del capital, la democracia, para su dominación, crea el cuco del fascismo para legitimarse como antifascista y liquidar toda expresión autónoma en base a un frente (que como todo frente popular incluye el terrorismo de estado). Pueden variar las formas o las denominaciones pero todas las formas de dominación y liquidación del proletariado autónomo utilizan las bases socialdemócratas y el perfeccionamiento de las mismas que efectuó el leninismo y sus diferentes y numerosas variantes.

    Como la ideología del parlamentarismo revolucionario o del entrismo en los sindicatos, la ideología de la liberación nacional coloca, ya en esos años leninistas, a los bolcheviques del lado de los estados contra la lucha del proletariado en varios países. Es decir, incluso antes del Segundo Congreso de la IC, en donde se da un debate sobre la cuestión con Roi, militante comunista de la India (La calificación es absurda porque se le aplican términos que tienen sentido de clase, como explotación y opresión, a la relación entre países. Es falsa, en el sentido de que es absurdo decir, por ejemplo, que toda la nación es explotada y oprimida escondiendo que en ella hay explotadores y opresores. Pero como la misma sirve para dividir al proletariado, para transformarlo en furgón de cola de tal o cual fracción, es y seguirá siendo utilizada. Preferimos agregar que es también interesada, lo que explica la persistencia de lo absurdo), la IC fija su posición frentepopulista de «apoyo a la liberación nacional» en los países «coloniales y semicoloniales»; los leninistas, en vez de apoyar a las minorías revolucionarias de Persia, Afganistán, India, China… buscan, a todo precio, una aproximación diplomática con la burguesía autoproclamada «nacionalista» de esos países y contribuyen objetivamente al aislamiento y por ello a la represión de los revolucionarios de esos países. Merece subrayarse que esa política diplomática de buenas relaciones interestatales, que se intenta desde 1917, se oficializa ya, en mayo de 1919, con el apoyo al régimen del Emir Amanullah de Afganistán y el consecuente intercambio de representantes diplomáticos. El propio Lenin insiste unos meses después, en una carta dirigida ni más ni menos que al primer mandatario de ese país, en «reforzar las relaciones de buena vecindad entre ambas naciones». A Lenin no le preocupaba ya la contraposición, que Marx siempre había subrayado, entre el interés del proletariado y el interés de la nación, ahora sólo pensaba en los intereses de «ambas naciones», «Marx no podía haber previsto» que en nombre del proletariado se hablara entonces de «las relaciones de buena vecindad entre ambas naciones».
    Con esa misma política se organiza el Segundo Congreso Pan Ruso de Organizaciones Musulmanes Comunistas. En ese congreso, Lenin no tiene ningún reparo en poner como sujeto de la revolución, en primer lugar, no al proletariado revolucionario, sino a los «países oprimidos», es decir a la alianza de explotados y explotadores: «La revolución socialista no será sólo, ni será principalmente, la lucha de los proletarios revolucionarios de cada país contra su burguesía, sino que ella resultará de la lucha de todas las colonias y de todos los países oprimidos por el imperialismo de todos los países dependientes contra el imperialismo internacional». Es totalmente falso que los llamados al frente popular y a las alianzas con la burguesía hayan comenzado con Stalin, como pretende por ejemplo el trotskismo en todas sus variantes; es una mentira gigantesca culpar a Dimitrov o Stalin de la política liquidacionista del frentepopulismo. Este tipo de llamados y manifiestos implicaban un llamado abierto a la lucha nacionalista y supuestamente antiimperialista. Ese tipo de proclamas, que se sucedieron desde entonces, contribuyen directamente a la liquidación de la autonomía del proletariado en el mundo entero. En efecto, sólo una versión nacional del desarrollo del capital, muy común en la ideología euroracista de la socialdemocracia y luego de la IC, puede pretender que esos llamados al proletariado para que apoyara a las burguesías nacionales, en su supuesta lucha contra los imperialistas, afecta únicamente al proletariado de tales o cuales países «coloniales o semicoloniales», y no a todo el proletariado mundial. Primero, porque esa supuesta «táctica» era un verdadero entreguismo estratégico de todo el proletariado mundial; al que se le llamaba explícitamente a considerar la contradicción nacional como más importante que la contradicción de clase y como conducente al mismo objetivo socialista, lo que es totalmente falso: jamás la liberación nacional conduce al socialismo, ni favorece los intereses del proletariado. Porque, en vez de afirmar la lucha mundial del proletariado contra la burguesía mundial, esos oportunistas, erigidos en jefes de estado, estaban llamando, en nombre del proletariado, a los proletarios de todo el mundo a apoyar tal o cual nación considerada oprimida, es decir a liquidar, en todas partes, la verdadera autonomía de clase y poner al proletariado como furgón de cola de cualquier burguesía del mundo que se definiera «contra el imperialismo». Segundo, porque la cuestión misma de «países oprimidos» se podía aplicar realmente en cualquier parte del mundo, lo que más tarde hacen los trotskistas y estalinistas por doquier. En efecto, exceptuando algún país (¡no se nos ocurre otro que Inglaterra!), todos los países del mundo podían ser, y serían, en algún momento de la historia, redefinidos como oprimidos o como semicolonias (por ejemplo, ¡fueron definidos así hasta países como Alemania o España!). E incluso, en esos poquísimos países «opresores» que quedarían totalmente exceptuados de esa tan interesada como absurda calificación (La calificación es absurda porque se le aplican términos que tienen sentido de clase, como explotación y opresión, a la relación entre países. Es falsa, en el sentido de que es absurdo decir, por ejemplo, que toda la nación es explotada y oprimida escondiendo que en ella hay explotadores y opresores. Pero como la misma sirve para dividir al proletariado, para transformarlo en furgón de cola de tal o cual fracción, es y seguirá siendo utilizada. Preferimos agregar que es también interesada, lo que explica la persistencia de lo absurdo), siempre se podía, y se podrá, encontrar otros «pueblos» o «naciones» oprimidas en su interior y, por lo tanto, también en ellos, justificar la alianza de los proletarios con las burguesías de esas «naciones oprimidas», lo que era, y será siempre, un arma contra la constitución del proletariado en clase y por lo tanto en partido. En los hechos, se proclamaba, de forma apenas encubierta, el viejo principio socialdemócrata de que la revolución socialista, por la que se luchaba, no era el resultado de la lucha contra el capital, y mucho menos contra el capital mundial, sino de una amplia alianza, popular y nacionalista, contra tal o cual «imperialismo», contra tal o cual país. Prácticamente se llamaba a renunciar a la lucha proletaria contra el capital y a aliarse con los capitalistas que se considerasen (y realmente se dejaba así la puerta abierta para toda política de alianza y pactos imperialistas como el que realiza algo después Stalin con Hitler y después con Roosvelt y Churchill) en cada caso particular como «antiimperialistas», o más adelante más demócratas que los otros. Como es sabido, ésa será la política de oportunidades, tan defendida por Lenin, en función de los intereses del capital nacional e imperial ruso, que marca las alianzas y los virajes de los dirigentes rusos desde la época de Lenin. Es totalmente lógico que, con esa concepción nacional imperialista, Lenin llamase cada vez menos a la revolución y mucho más a la paz entre las naciones. En diciembre de 1919, subrayando «su invariable anhelo de paz» (¡textual!), Lenin se dirige a todas las potencias de la Entente: Inglaterra, Francia, Estados Unidos, Japón, Italia… Ese mismo mes, Radek afirma la necesidad de «la reconstrucción nacional» y la «construcción del socialismo», en «coexistencia pacífica con los estados capitalistas» y en base a un «compromiso con el capitalismo mundial». Años después Stalin, con la teoría del socialismo en un sólo país y su represión del movimiento obrero de cada país en función de los intereses y acuerdos del estado ruso, contrariamente al mito trotskista, no haría más que aplicar y llevar a las últimas consecuencias esta concepción de los bolcheviques, defendida cuando apenas habían consolidado el poder.
    En 1920, los bolcheviques, al mismo tiempo que hacen algunas declaraciones rimbombantes y llamados al proletariado, se afirman cada vez más como continuadores del zarismo, llegando incluso a protestar porque en tal o tal tratado (por ejemplo, el tratado de París en febrero 1920) no se tiene en cuenta los tratados concluidos por el zarismo con anterioridad. Es decir reclaman internacionalmente, ante los otros gobiernos burgueses, ser aceptados como los continuadores de los derechos, privilegios y deberes del estado ruso zarista. Los dirigentes representativos del estado ruso (Lenin, Trotski, Joffé, Linvinov, Chicherin, Radek…) multiplican los comunicados y las conferencias de prensa, dirigidos a mostrar la buena voluntad y hasta la paridad del gobierno ruso con los otros gobiernos del mundo y no dudan en dejar claramente establecido que incluso renuncian a la lucha revolucionaria para mantener la paz. Radek declara en febrero de 1920 que «el gobierno soviético no desarrollará más actividades revolucionarias en los países capitalistas» (Esta colaboración de Radek, y por su intermedio del estado ruso, con los represores directos del proletariado en Alemania había sido acordada por el propio Radek unos años antes, cuando de preso pasa a ser adulado hombre de estado. Radek pasa así de enemigo a colaborar abiertamente con el jefe de la Reichwsehr, general Von Seecket, y a preparar los acuerdos entre ambos estados que se concretarán unos años después (como el de Rapallo). Ver, por ejemplo, Sebastian Haffner, Le pacte avec le diable (el pacto con el diablo). «exigiendo» para ello ¡la lógica reciprocidad! Es decir, los bolcheviques, como administradores del estado ruso, no sólo no lo ponen al servicio de la lucha del proletariado (En realidad, la formulación es incorrecta. Sólo usamos la fórmula de nuestros enemigos para poner en evidencia su falsedad: un estado nacional nunca puede ser puesto al servicio de la lucha del proletariado, sino que hay que destruirlo; sólo el proletariado armado puede desarrollar aquella acción revolucionaria. La cuestión es que los marxistas leninistas confunden y asimilan una cosa con otra: el poder armado del proletariado con el estado burgués ruso que nunca fue destruido. Como explicamos, el desarrollo del capitalismo en Rusia, que Lenin tanto defendía, sólo podía consolidar el estado burgués en ese país, cualquiera fueran sus administradores. La aplicación del leninismo consolidó entonces al estado burgués en ese país y a los bolcheviques como sus administradores.
    (Agregando que «hay que desarrollar una lucha sin piedad contra el laborismo». Las dos citas son de las tesis de Fraina aprobadas por la Conferencia de Ámsterdam), sino que liquidan la lucha del proletariado en función de los intereses del estado ruso. Por lo tanto se sitúan del lado del estado mundial del capital contra la lucha del proletariado.
    Cuando, unos meses después, se produce la guerra contra Polonia, es claro que de aquellas posiciones derrotistas revolucionarias, de guerra proletaria contra la burguesía en todas partes, no queda absolutamente nada y se afirma abiertamente como una guerra entre estados nacionales e imperiales. Los propios bolcheviques reconocen este hecho y proclaman abiertamente que se trata (no de una guerra de clases sino) de una guerra nacional. El ejército rojo, con Trotski a la cabeza, reintegra a oficiales zaristas (Kamenev, Vaisetts, Tukhchvsky), incluido el último comandante en jefe del zar, el general Brusilov. Toda la dirección bolchevique se afirma como nacional imperialista al participar, así, en la liquidación de la autonomía de clase que ese encuadramiento militar, y los llamados a la guerra nacional, implican para el proletariado. A los proletarios que habían triunfado en la lucha contra los zaristas se les obliga ahora a obedecerlos y se aplica todo el terror de estado contra quien se rebela. Los fusilamientos, calaboceadas y torturas fueron moneda corriente. Zinoviev, uno de los viejos bolcheviques que siempre había defendido la posición socialdemócrata de que la revolución en Rusia sólo podía realizar las tareas democráticas burguesas, que, consecuentemente con ello, se había opuesto a la insurrección en nombre de la ausencia de condiciones y que había colaborado con el enemigo denunciando sus preparativos, declara: «La guerra se vuelve nacional. No sólo los sectores avanzados del campesinado, sino incluso los campesinos ricos son hostiles a las imposiciones de los propietarios polacos… Nosotros, comunistas, debemos situarnos a la cabeza de ese movimiento nacional que unirá a toda la población».
    Es en esas circunstancias, de unidad nacional rusa hasta con los generales zaristas, de terrorismo interno y de sumisión de los bolcheviques a la política capitalista e imperialista rusa, que Lenin escribe su inmundo panfleto «La enfermedad infantil del ‘izquierdismo’ en el comunismo», en el que caricaturiza la práctica de las izquierdas comunistas, se pronuncia a favor de la participación en los sindicatos, en los parlamentos, se defiende la política de compromisos y se afirma la política del frente único con la socialdemocracia y de «gobiernos obreros». ¡Cómo no ver la coherencia entre esta política de liquidación democrática del movimiento y las promesas bolcheviques de coexistencia pacífica, de paz social, de que «el gobierno soviético no desarrollará más actividades revolucionarias en los países capitalistas»! Las diferentes delegaciones de las izquierdas comunistas, que van llegando a Moscú, en especial las del Partido Comunista Obrero de Alemania, que esperaban ser apoyadas por Lenin y sus compañeros en la ruptura que estaban realizando y en la lucha contra el centrismo, sufren una decepción total: las posiciones de Lenin no sólo no son las de ellos, sino que son exactamente las mismas posiciones contrarrevolucionarias que las de Levi, Radek y compañía. El mito de Lenin estaba tan arraigado, incluso entre los revolucionarios, que es necesario enviar una delegación tras otra para convencerse de que Lenin estaba objetivamente del otro lado de la barricada. Esa obrita de Lenin sobre la «enfermedad infantil» es, más adelante, el manual de formación de base de todo cuadro al servicio de la contrarrevolución. Es algo así como la biblia que recitan los servicios de choque estalinista en el mundo entero.
    Fue así, con tomas de posiciones a favor de los oportunistas y centristas, con todos los socialdemócratas que se disfrazaban ahora de «comunistas» y se mostraban partidarios de la IC, con afirmación del ejército dirigido por oficiales zaristas, que encuadraban y disciplinaban a los proletarios, con llamados al capital extranjero, con acuerdos comerciales y militares con diferentes estados burgueses del mundo, cómo los bolcheviques prepararon el Segundo Congreso de la IC. En el mismo momento en que mejoran las relaciones comerciales y militares con los gobiernos de la región (Irán, Afganistán…), firman acuerdos comerciales con varios gobiernos (por ejemplo Suecia), se reanuda el comercio con Estados Unidos (eliminación de las restricciones al comercio con Rusia por parte del gobierno estadounidense), y llegan a un «acuerdo pleno» con el gobierno británico, entre marzo y julio de 1920; los bolcheviques publican una serie de documentos en los que adoptan claramente, y sobre la totalidad de las cuestiones en discusión, la posición del centrismo internacional contra la ruptura que las izquierdas comunistas (incluso en Rusia) habían afirmado desde siempre. De esta forma, el Comité Ejecutivo de la IC dirige una «carta abierta al KAPD», cuyo contenido fue conocido en el Segundo Congreso de la IC, en el que se toma abiertamente partido contra ellos y a favor del partido contrarrevolucionario de Levi y compañía. Dicha carta llama a los miembros del KAPD a renunciar a toda la ruptura que venían efectuando, callando sus críticas al PC oficial, a ingresar en los sindicatos socialdemócratas, a participar en las elecciones nacionales y en el parlamento… Apelando a la autoridad póstuma de Luxemburgo y Liebneckt, se llama, o más aún se conmina, a los militantes de ese partido a renunciar a todo lo que los había llevado a constituirse como fuerza aparte, afuera y en contra de los partidos y los sindicatos del capital. Al mismo tiempo se los calumnia y desprestigia, diciendo que ayudan en la práctica a «la burguesía a prolongar su dominación de clase», que su concepción de partido es «propagandista», «anarquista»… y, simultáneamente, les dan un verdadero ultimátum para que se sometan a la disciplina, utilizando métodos que más tarde son moneda corriente.
    En preparación del Segundo Congreso se redactan las 19 (luego se agregarán dos más) condiciones de adhesión a la IC, que, a pesar de que son presentadas como un parapeto contra reformistas, excluyen a los grupos y las organizaciones que habían afirmado una ruptura fundamental con la socialdemocracia. Ya antes del Congreso, esas condiciones circulan como «las condiciones de exclusión del Partido Comunista Obrero de Alemania». Ello queda bien claro en la discusión de junio, entre por un lado Lenin-Radek, en nombre de esas condiciones, y Merges-Rüle por el otro, en nombre del KAPD. También circulan una serie de artículos redactados por Zinoviev, que había pasado de ser considerado, por Lenin y Trotski, como el peor de los traidores, por su actitud policial durante la insurrección (¡y así lo decía antes Lenin!), a ser ni más ni menos que el adulado presidente de la IC. Entre esos artículos se destacan «Las cuestiones quemantes de la actualidad para el movimiento internacional, el Segundo Congreso de la IC y sus tareas» y «Lo que ha sido la Internacional hasta ahora y lo que debe ser en el futuro». En el primero se defiende la vieja concepción «masista» del partido y se trata de probar el éxito de esos partidos con el número de personas y adherentes y en general por los éxitos parlamentarios (como siempre había hecho la socialdemocracia), lo que se sitúa en las antípodas de la posición del KAPD. Los revolucionarios en Alemania contraponían al partido de masas socialdemócrata-leninista el partido «núcleo» y especificaban que utilizaban la palabra partido (como Marx) en el «sentido no tradicional del término». En el segundo texto de Zinoviev, lo más importante es la afirmación de que ahora hay que obedecer a la disciplina. Toda su perorata, en contra del reformismo, esconde mal que se buscaba liquidar la ruptura comunista, dado que se llama abiertamente a la unidad con el centrismo, a la unidad con los Levi, los Gramsci ¡y hasta con el Partido Laborista británico!
    De la misma manera, Lenin, antes del Segundo Congreso de la IC, anuncia su color, definiéndose abiertamente no sólo por el parlamentarismo sino por la afiliación de los comunistas al Partido Laborista británico que la izquierda comunista, de ese país y del mundo, consideraba, con total razón, como el «último bastión de la defensa del capitalismo contra la revolución proletaria ascendente» (Agregando que «hay que desarrollar una lucha sin piedad contra el laborismo». Las dos citas son de las tesis de Fraina aprobadas por la Conferencia de Ámsterdam). En el Congreso mismo, que se produce en Moscú en julio-agosto de 1920, se consolida toda la línea bolchevique y, también, el dominio total de éstos sobre la Internacional y sobre cada uno de los partidos adherentes: parlamentarismo, sindicalismo, «emancipación nacional». En cuanto a este último punto, se imponen, claro está, las oportunistas tesis de Lenin, aunque suavizadas para no cristalizar la organización de la izquierda comunista especialmente persa, corea, hindú… Así, en vez de la fórmula abiertamente frentepopulista que Lenin había elaborado -«la necesidad de que todos los partidos comunistas ayuden al movimiento democrático burgués de liberación»-, que pone al comunismo como sirviente de la burguesía, se termina aprobando otra mucho más vaga. Sólo en función de los intereses del estado y maniobrando en los corredores, los leninistas suavizaban las formulaciones derechistas para evitar que las minorías revolucionarias se reagruparan. Sin embargo, el alineamiento de los bolcheviques y del Ejecutivo de la IC «sin reservas, junto al oportunismo» (Del «Postcriptum» agregado por Pannekoek, luego del Segundo Congreso de la IC, a su texto «La revolución mundial y la táctica del comunismo»; el texto apareció entonces firmado con el seudónimo de Horner ya citado. ) es denunciado abiertamente por los verdaderos comunistas que efectivamente habían roto con la socialdemocracia.
    El período que viene luego de ese Congreso y hasta fines de 1921 «se caracteriza por la ola de derrotas y un repliegue desordenado del movimiento revolucionario, que constituye, por un lado, la verificación práctica de que la revolución no podía avanzar sin romper programáticamente, a fondo, con el programa de la socialdemocracia (parlamento, sindicatos, apoyo al desarrollo del capital en Rusia, “derechos de los pueblos a la autodeterminación”, reformismo en todo los niveles…) y, por el otro, será refrendado por una “nueva política” que irá aún más lejos en la afirmación de la contrarrevolución -participación en la lucha intercapitalista internacional, frente único (“obrero” y “antiimperialista”), gobiernos obreros…-, que será oficializada por el Tercer y Cuarto congresos de la IC. Esa NEP (nos estamos refiriendo a la Nueva Política Económica de Lenin favorable al capitalismo y el comercio privado en Rusia, que será aplicada con éxito para el desarrollo capitalista en ese país, lo que significará, como es lógico, un golpe brutal a la lucha del proletariado.) en lo internacional será acompañada por la liquidación real de toda la vanguardia comunista, desarticulada, vencida desorganizada, desarmada, separada de los obreros que ya se iban resoldando con su capital nacional para producir los monstruosos fenómenos que veremos unos años después: estalinismo, fascismo, frentes nacionales antiimperialistas, nazismo, frente popular».
    >La aplicación de las directivas del Segundo Congreso conduce a la adhesión masiva de socialdemócratas a los partidos comunistas o a la dilución de los comunistas en un partido socialdemócrata y el aislamiento y desautorización de los revolucionarios que se oponen al nacionalismo, el parlamentarismo, el sindicalismo. En nuestra cronología se dan muchos ejemplos de cómo esa política de la IC conduce a ese resultado en Alemania, Austria, Francia, Argentina, México. En Alemania, la política del partido de Levi, que apoya a la IC, es cada vez más cercana a la de la putrefacta USPD (la unificación ordenada desde Moscú se produciría unos meses después), llegando al extremo de publicar comunicados conjuntos, llamando a los proletarios a oponerse al movimiento insurreccional del proletariado definido como una provocación. El leninismo actúa como habían actuado los viejos bolcheviques que se oponían a la insurrección. El zinovievismo y el kamenevismo de los viejos bolcheviques contrarrevolucionarios se había internacionalizado, avalado ahora por Lenin y Trotski: la insurrección proletaria pasó a ser considerada aventurerismo pequeño burgués. ¡Esa caracterización sigue siendo utilizada hoy por socialdemócratas y estalinistas!

    En la época en que se proclamara la teoría del socialismo en un solo país circulaba entre los militantes el horrible chiste de que “si, existe un país socialista, el país constituido por los campos de concentración en donde todo lo que está encerrado es socialista y comunista”.

    En Argentina, así como en otros países del Cono Sur, la desaparición sistemática de militantes revolucionarios fue considerada por muchos, incluso por muchos grupos que se pretenden revolucionarios, como algo original, inédito y fruto de la maldad propia a los militares de ese país. Ello revela una ignorancia o/y ocultación total de la historia de la lucha de clases: nosotros no nos atrevemos a decir cuando empezó; con seguridad la desaparición física de personas como centro del terrorismo de estado debe remontar a la aparición misma del estado. Pero podemos afirmar que durante todo el siglo XX se practicó de manera sistemática, que el estalinismo se impuso y se consolidó aplicando sistemáticamente esa metodología, no solo en Rusia y las otras repúblicas soviéticas, sino contra los militantes considerados C discrepantes de todos los países del mundo. Las invitaciones a Moscú de los discrepantes contenía siempre esa posibilidad y hasta el día de hoy no se han censado los desaparecidos. Lo mismo puede decirse de los militantes, que los agentes estalinistas y el partido “comunista” de ese país, torturaron e hicieron desaparecer en España entre 1936 y 1939.

    Cientos, miles de militantes son enviados desde diferentes continentes a “entrenarse para la revolución” en el bloque soviético, China y Cuba, (desde Cuba se envían miles de militantes a entrenarse en un intento grosero por borrar la verdadera historia de nuestra clase. Aun así, no han podido borrar que para imponer su política reformista tuvieron que iniciar desde 1918 los fusilamientos en masa y desatar una persecución tenaz contra las minorías proletarias que no se sometieron a la dominación de clase. ¡Hasta Trotsky es asesinado en México, en nombre de la revolución y el socialismo! Se intenta borrar la historia de las minorías revolucionarias que hasta 1923 acompañaban al proletariado insurrecto luchando por imponer el modo de producción comunista. Y aquí, la CIA pone en marcha su “Operación Limpieza” asesinando a los militantes más destacados en la dirección de la resistencia contra la invasión del ejército de la burguesía mundial.

    A partir de 1924 la dirección del Partido Bolchevique anuncia la muerte física de Lenin, pues teóricamente había fallecido en 1907 al firmar el documento redactado por el Congreso de Stuttgart, y continua su marcha por el camino de la nueva forma de dominación de clase: el socialismo en un solo país, posibilitando la continuidad de la debilidad organizativa del proletariado y la preparación de la burguesía para el estallido de la Segunda Guerra capitalista generalizada de 1939-1945. Durante esta carnicería el “bloque socialista” participa activamente en el reparto de las migajas del capital mundial, dividen el territorio alemán y cuatro años más tarde imponen al Partido “Comunista” Chino. Para 1959 la competencia internacional entre capitales por el control del mercado y la gestión del Estado asume también la forma de pugnas entre “Comunismo” y Democracia. El Partido “Comunista” Cubano (P “C” C), quien fuera aliado de Fulgencio Batista, envía a representantes de su dirección a la Sierra Maestra y logra pactar con Fidel Castro, para convertirlo en su jefe nuevo: meses más tarde, y ya en la Habana, se liquida las energías proletarias, se concentra la propiedad en el Estado junto al capital imperialista y se desata la represión de las minorías revolucionarias que luchaban contra la democracia. En África, el Che critica la participación de la Unión Soviética en el reparto de la plusvalía entre países imperialistas y cuando regresa a Cuba es puesto en “arresto domiciliario”. Se le impide participar activamente en las conferencias que se llevaban a efecto y tiene que reunirse clandestinamente con Allende y otros militantes de la fracción “radical” de la socialdemocracia. Ustedes saben que en sus “Apuntes Críticos a la Economía Política” hay un texto que se conoce como “Algunas reflexiones sobre la transición socialista”, donde demuestra que no entendió nada del Comunismo y su esfuerzo es una falsificación de los desarrollos teóricos de Marx a la teoría de la lucha de clases. No hay una sola mención al aporte de Marx al respecto.

    El 18 de Agosto de 1966 la corriente ideológica “marxista-leninista” intenta en China ponerse a la cabeza del movimiento proletariado, iniciando un movimiento ideológico, desde 2 hasta el 20 de Febrero, en las fuerzas armadas. Aproximadamente un millón de proletarios toman las calles en China contra el Partido “Comunista”. En Shanghái el proletariado en uniforme lleva a efecto una discusión sobre el “nivel ideológico” del trabajo artístico y literario. La salida del proletariado desborda los esquemas reformistas del Partido “Comunista” Chino y de todas partes del mundo. Durante 10 años se combate en China y todo el planeta contra los que “habían tomado el camino capitalista dentro del partido.” En verdad, y al hacer un análisis riguroso de las especificidades de la lucha de clase, podemos afirmar que ya el “marxismo-leninismo” no tenía nada que ofrecer al proletariado como vanguardia de la revolución comunista. Desde el Congreso de Stuttgart, pasando por la Tercera Internacional, se había producido la negación histórica del proletariado, asumiendo el mismo modelo y los mismos intereses del capital mundial. La ola de acción proletaria internacional de ese momento había desbordado el esquema que intentaba imponer el “marxismo-leninismo”. Sin ruptura teórica, ni reconocimiento de clase, sin organización como partido comunista, la rebelión proletaria internacional fue ahogada en sangre por la burguesía en el nivel internacional.
    Por eso hoy el proletariado no se denomina por su nombre y proclama la necesidad histórica e ineludible de la revolución comunista, como afirmamos anteriormente. Se constata “…un cierto nivel de organización de la burguesía, tanto de su lucha con otras fracciones como para explotar y dominar al proletariado. Cuando se aplica al proletariado, que no tiene intereses fraccionales ni nacionales, se está en realidad negando al proletariado o mejor dicho concibiéndolo sometido a los intereses de la burguesía. La constitución del proletariado en clase y por lo tanto en partido es precisamente la negación de todos esos fraccionamientos”. (Comunismo # 61) Esas denominaciones burguesas, “dominicanos”, “haitianos”, “cubanos”, “palestinos”, “israelíes”, “rusos” y “chinos”, son herramientas de la burguesía para mantenernos divididos. No somos “haitianos ni dominicanos”, somos proletarios y vamos por los de arriba! ¡Vamos contra la burguesía!

    ¿Qué es lo que trata de ocultar el mundo burgués?

    Resolver la crisis del movimiento comunista pasa por asumir que las luchas que se están llevando a efecto tienen “un ‘mismo corazón’, una misma organicidad, la misma necesidad de vivir, que expresa lucidamente la organicidad del proletariado como clase. Esa es la realidad que todo el mundo burgués quiere ocultar” con los cambios para que todo siga igual. “Cambiaremos el mundo de base!”, continúan diciendo los compañeros desde el Perú. “Los trabajadores del mundo entero son los únicos que pueden acabar con la explotación y opresión social capitalista y absolvernos de la miseria en la que se descompone toda la humanidad. Esto no es una creación ideológica nuestra, ni una invención profética comunista, sino una realidad histórica, que se rebela contra toda ideología burguesa y se manifiesta con las masivas y combativas luchas proletarias a lo largo y ancho del globo”. El comportamiento ciudadano que nos piden ha sido mandado al infierno en el Magreb y Norte de África, y lo mismo haremos en las islas del Caribe Latinoamericano. Por eso y en armonía con nuestros hermanos de clase de todo el mundo gritamos por todo lo alto, desde estas islas del Caribe Latinoamericano contra los abusos históricos de la burguesía:
    ¡Solo la centralización del proletariado como Partido Comunista puede enfrentar y derrotar a la Burguesia!
    ¡Que se vaya Danilo Medina!
    ¡Que se vayan todos los del Congreso!
    ¡Que se vayan los partidos y sindicatos!
    ¡No se aguanta más!

    Bibliografia

    Comunismo # 56

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  2. Gracias por las explicaciones que mostrar dan luces a los pueblos para entender el proceso tan complejo que vive el pueblo Egipcio, ubicando a los enemigos de clases e ubicando a las auténticas fuerzas que sacarán a la sociedad a salir de esta crisis, salud pueblo Egipcio saldrá adelante.

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